Madrid tomada por las hordas católicas durante una semana, parece un escenario de guerra. Todo el centro de la ciudad cortado al tráfico, sirenas, ambulancias, furgonetas de protección civil, de la policía, tanquetas antidisturbios… y una ciudad fantasma recorrida por compañías de gente tras una bandera gritando sus cánticos uniformemente ataviados con una mochila y una camiseta con el grotesco anagrama de una corona roja encimada por una cruz (¿por qué una corona…?)
Y nada es casual. ¿Por qué en el centro de Madrid? ¿Por qué no en la Casa de Campo, en el Parque Juan Carlos I, en cualquiera de los espacios que la ciudad tiene a las afueras, donde afectaría menos a la vida normal de la población? No, había que hacerlo en el centro de la capital del país, si no, no parecería lo que es: una conquista. Madrid conquistado. El corazón del país tan peligrosamente ateizado que merece una cruzada de conversión según palabras del actual papa, tenía que rendirse a las fuerzas católicas. Las estaciones de tren, la Gran Vía, Cibeles, Alcalá, todo el paseo del Prado, el reina Sofía, el Thyssen, el Museo del Prado, eran los escenarios de esa conquista, vaciados de su población, del tráfico, de sus turistas, y entregados atados de pies y manos a las turbas mochileras que proclaman el triunfo de Benedicto.
Y para ello, no se repara en gastos: 50 millones de euros sin contar los vuelos desde América y desde Europa, los autobuses y metro gratis, y los edificios públicos entregados por Aguirre a los mochileros que dicen venir a celebrar el encuentro con un profeta que predicó la pobreza, y que, de haber existido, hubiera arrojado de Madrid a latigazos a los mercaderes del templo.
Pero qué efímero triunfo. El derroche de arrogancia y ocupación no puede ocultar que en España los seminarios y las misas están vacíos, que el 25 % de su población se declara no creyente (11 millones de personas no es cualquier cosa) y que el porcentaje de descreídos y ateos sube entre las capas mas jóvenes hasta el 55%.
Y como decía el otro…hoy somos muchos y mañana seremos mas.
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