Mi balcón de Luxemburgo III

Cuentan las crónicas periodísticas que la semana pasada tuvo lugar en Madrid un acto social de envergadura, en el que Pedro J. Ramírez, prócer de nuestra prensa diaria presentó, ya olvidados sus retozos en liguero rojo con una señora de vida alegre, presentó decía, un libro sobre la revolución francesa, tema de enjundia y profundidad donde los haya que nos da idea de la radical evolución intelectual de nuestro personaje desde los tiempos en que buscaba una mochila en una furgoneta de Alcalá que había visto un portero con una cinta de Gurruchaga en la guantera como prueba inequívoca de la implicación del terrorismo vasco en el 11-M.
Al acto, cuentan las reseñas que asistieron en alegre mezcla personajes señeros de nuestra vida política, encabezados por José Luis Rodríguez Zapatero “El Infelize”, Mariano Rajoy “El Embozado”, y José Bono “el Católico” como cabezas de cartel. No da cuenta la reseña de presencias femeninas (que sin duda las habría, encabezadas por Ágata la “corazoncitos”) si no es que nos informa de que la presentación del libro corrió a cargo de Esperanza Aguirre “la
Lideresa”. Y aquí entramos ya en materias profundas, pues el discurso de Esperanza la Contundente es el objeto de nuestro análisis. Bien agarrada al atril, Esperanza la Implacable arremetió contra las masas del bajo pueblo francés que se atrevieron a atacar palacios y bastillas derribando monarquías y noblezas, y los comparó con las turbas madrileñas del 15-M a las que calificó con diversos adjetivos despectivos de los que prodiga en su escogido vocabulario dicharachero-castizo-provocador. Quien sabe si en su despacho de la Puerta del Sol, cercada de plebe, no era el libro que presentaba el que estaba leyendo, y traspuesta en algún momento, soñó que era María Antonieta soltándole al populacho aquello de que si no tienen pan que coman bollos, frase que ella hubiese podido muy bien pronunciar con desparpajo de haberse visto en las mismas. El caso es que bramaba nuestra Esperanza la Marquesa contra todo tipo de turbas y exigía acabar con ellas de manera perentoria. Son el gérmen de un golpe de estado, rugía Esperanza la Leona de Madrid y hay que disolverlos sin contemplaciones…
Y, humildemente, el cronista reflexiona…no fueron esas turbas francesas las que trajeron cosas llamadas “sufragio universal”, “votación por cabeza”, “soberanía nacional”, “derechos del hombre” y “Constitución”? No será gracias a todos esos elementos representativos que Esperanza la Piadosa dirige Madrid con mano férrea? No será porque unas turbas echaron unas papeletas con su nombre que Esperanza la Ambiciosa llegó al poder? No está Esperanza la Ingrata mordiendo la mano que la condujo a lo más alto?…
Sólo se me ocurren dos explicaciones:
A)-Pedro J. Ramírez, se olvidó de contarlo en su libro, y Esperanza la Ignorante, mujer de pocas letras como ha demostrado ser, no lo sabe.
B)-Esperanza la Providencial sí lo sabe, pero de la democracia sólo le interesa la parte en que ELLA llega al poder, pues guarda en su inconsciente nobiliario la idea global de que el poder es algo que le es debido, como perteneciente a una clase que siempre ha estado por encima de ese pueblo al que imita el habla (que no el espíritu) para mejor hipnotizarle.
Acuciada por sus problemas para llegar a fin de mes, rodeada de manifestantes vulgares y gritones que la hostigan, y leyendo al tiempo el libro de Pedro J., ha tenido una regresión psicológica de clase y se ha reencontrado con los buenos tiempos del poder por la gracia de dios…que Esperanza la Santa agradece entregando la escuela pública a la Iglesia católica, convencida de que fue dios quien la sacó de un helicóptero en caída, un hotel en llamas, etc, etc, como prueba de la elección divina de que goza.
…a Luis XVI le cortaron la cabeza por un voto de diferencia…el que tenga oidos para oir, que no se los tape…