El sábado 9 de Junio, fuí a la Villa Vauban a ver una de las mejores, según se dice, colecciones privadas de Europa. Era del barón Brukenthal, un fulano gobernador de Transilvania en los tiempos de la Emperatriz María Teresa de Austria. Brueghel, Cranach, Tiziano, van Eyck, eran los nombres de relumbrón que anunciaba el programa y es cierto que eran espectaculares, especialmente “La matanza de los Inocentes” de Brueghel el Joven. Pero hay a veces cuadros desconocidos que te tocan especialmente. Ni siquiera apunté el nombre del autor –para qué, seguro que lo olvidaría- de una escena campesina, en una cocina llena de objetos iluminada sólo por la chimenea, donde una vieja sarmentosa revolvía en un baúl y sacaba de su interior un hermoso y deslumbrante chal blanco que seguro habría adornado su cuerpo en tiempos idos, mientras su marido recostado en la mesa las manos bajo el mentón la miraba con una nostalgia infinita del tiempo en que ellos fueron tan deslumbrantes como aún lo era el chal…
…sólo a la mano de un niño le está permitido revolver los baúles…