Después de la tormenta siempre escampa IV. Feminismo

A la manifestación de ayer había que ir. Y había que ir aunque fuera tapándose las narices para no leer el bodrio de manifiesto que la convocaba. Me enfadó mucho a mí el manifiesto, por el sectarismo rampante que le impregnaba. De acuerdo con él, tenías que hacer una huelga anticapitalista, anticolonialista, antiimperialista, anti neoliberal, antimonárquica, etc, etc, etc. ¡Infumable! Y me fastidia enormemente que una causa limpia como la defensa de la igualdad de géneros, se empañe con semejante oportunismo. Menos mal que el manifiesto se lo leyó una minoría y las mujeres fueron a la calle pasando de él.
El movimiento feminista, como todo últimamente en nuestro país, está sufriendo las consecuencias de la doctrina de las dos orillas. Y hay un feminismo que se dice de la orilla izquierda que le niega el pan y la sal a todo lo que no sea él. En el manifiesto se podía leer que eran las descendientes de “las mujeres que trajeron la segunda república y lucharon en la guerra civil”. O sea, que las que no trajeron la república ni lucharon, que las den, no son mujeres dignas de ser recordadas. ¡qué hartura de sectarismo!
Tampoco me gustó que fuera una huelga de mujeres. Debía ser una huelga y punto. De hombres y mujeres, la lucha por la igualdad ha de hacerse entre los iguales, creo yo, y no separarlos en dos bandos. Porque hay también un feminismo que insinúa en sus manifestaciones que la culpa del machismo es exclusivamente masculina. Y no, la culpa del machismo la tienen también por desgracia las mujeres, nuestras madres y nuestras abuelas, principalmente. Todo hombre ha sido educado por una madre que le ha inculcado que él es el rey de la casa, que le ha servido el primero en la mesa, que le ha dado los mejores bocados, que ha mandado a sus hermanas a hacerle la habitación, que nunca le ha mandado a fregar, etc, etc, etc.
Y después está toda la hipocresía que rodea este “feminismo de orillas”. Toda una retórica anticapitalista, antipatriarcal, pero ni una referencia al mundo islámico. Tendrían todos mis respetos si después de enseñar sus pechos a los católicos de la capilla de la Complutense, se fuesen a hacer lo mismo a la mezquita de la M-30. Pero ahí no vamos, ese tema no se toca, porque hacer escarnio de los católicos sale gratis, pero los otros…
Y, ¿por qué enseñar los pechos? ¿por qué desnudarse? ¿por qué el cuerpo de la mujer nuevamente?. La ceremonia de los Oscars es muy ilustrativa: se hartan de reivindicar a la mujer, y luego se van todas a la alfombra roja a enseñar su cuerpo. Porque los escotes de este año tenían tendencia a mostrar los pechos casi al completo. ¿Para cuándo una alfombra roja de hombres con pantalones que muestren sugestivamente la mitad de su pene o sus testículos?. La foto de Guillermo del Toro y su pareja es magnífica. Los dos llevan esmoquin, pero mientras el hombre lleva camisa blanca bajo la chaqueta, la mujer no.
Y, finalmente, los miles de mensajes cursis y empalagosos que se han mandado las mujeres esta semana. Copio uno que me ha enviado un querido amigo que se dice de izquierdas puras: “mi reconocimiento y agradecimiento a las mujeres por su dedicación y entrega en lo profesional y por sus desvelos, amor, ternura y cariño en lo personal” ¡No me …fastidies!¿Le hubiera mandado este mensaje a un hombre? Si esto no es machismo que venga dios y lo vea. Machismo invertido, claro, ahora resulta que somos todo desvelos, amor y ternura.
Yo desde luego no, yo soy una mosca cojonera que se empeña en sacarle punta a todo, que incluso yo creo que no debo ser feminista “de las buenas”. Lo que si he sido siempre ha sido una mujer libre. Y eso he predicado en mis cuarenta años de profesión.