Enero

Si fuera supersticiosa, le tendría prevención al mes de enero. En enero murió mi padre, y en enero estuve yo en dos ocasiones en el borde de este mundo para pasar al otro. Era enero de 1971. Me reincorporaba yo al trabajo después de Reyes en el pueblo de la sierra de Atienza donde compartía morada con mi querida Margarita. Para recibirme, me preparó un brasero con un buen copete de cisco, y sacó una copa de champán que me había guardado de la botella que le trajo su hijo el de Barcelona. Y unos bombones. Margarita estaba eufórica de que volviese a la casa con ella y estuvimos charlando hasta bien tarde. Cuando se fue, me puse a escribir. Empezaba una línea en el principio de la página y la terminaba en el ángulo inferior derecho.-“¡qué raro, si yo no me he torcido en la vida!”- pensé. Volvía a empezar y volvía a repetirse el fenómeno. Ya no recuerdo más. Tengo unas vagas imágenes de intentar desesperadamente abrir la ventana y no poder y lo siguiente que ocupa mi consciencia es mi choque frontal y brutal contra la pared de la habitación de Margarita. Un chichón en la frente, un ojo morado, un labio roto y un insoportable dolor de cabeza fueron las secuelas de mi excursión nocturna e inconsciente desde mi habitación hasta la de Margarita intentando respirar. Es curioso que la segunda vez que por poco me voy al garete también fue un problema de respiración: el 18 de enero de 2020 a las dos de la mañana ingresé en la UCI a punto de ahogarme y prácticamente a lo que parece con un solo pulmón en ejercicio. Tengo que confesar mi preferencia por la primera pseudomuerte, tan tranquila, en la camilla, calentita y sin enterarme de nada. La segunda es mejor no describirla por lo que, si yo alguna vez tengo que eutanasiarme, desde ya pido que me pongan un buen brasero y una camilla con una copa de algo. He vuelto a pasar algunas veces por el pueblo de mi Margarita. Ahora está magnífico, las casas viejas remozadas y muchas nuevas de buenas construcciones. Es curioso esto que nos pasa en los pueblos de Castilla, hemos vivido en ellos aguantando el frío, el calor, sin agua caliente, sin mas calefacción que la chimenea…Y nos fuimos. Y ahora vuelven nuestros hijos y reconstruyen las casas, les ponen todo lo que no tuvimos nosotros…y se vuelven a ir. Buenas casas que solo se abren una o dos veces al año… en fin… El cielo límpido sin una nube durante el día, se llena de jirones naranjas al acabarse la tarde. El aire está quieto pero corta como un cristal. La naturaleza, agazapada como yo, espera que pase enero para que todo vuelva a empezar. En la España escarchada a 13 de enero de 2022