Por sus obras los conoceréis. Sermón de Semana Santa

Adoctrinar no es tan fácil como parece. Siempre que la sociedad tiene un problema, salen los políticos en manada a decir que esto hay que arreglarlo desde la escuela: las drogas, el alcoholismo, las muertes de tráfico, el machismo…Ahora le toca al género y a los impuestos. Van a dar los chicos en el colegio lo bueno que es pagar impuestos para sostener el estado de bienestar de algunos. Quieren que continúen creyendo en los reyes magos, al parecer, aunque, a lo mejor, bien dada la materia, no les salen los ortodoxos resultados que esperan si los chicos se enteran de la magnitud del expolio y sus beneficiarios. Yo creo que quieren ya directamente sustituir el diseño curricular por el recetario (llamarlo ideario es una hipérbole innecesaria) del partido. La escuela, por un lado despreciada socialmente hasta el infinito, donde cualquiera se cree con derecho a decirle a un profesor cómo tiene que dar la clase, llamada por otro lado a ser la inspiradora y guía espiritual de la muchachada por obra y gracia de una ley de educación. No les va a salir, que cantaba Marujita. Porque la escuela no tiene ni nunca tuvo ese poder. Lo que tú eres te lo dan tus padres, la escuela sólo te da (y ya es mucho) lo que tú sabes. Aunque el saber influya en la opinión, lo fundamental lo aprendes en casa. Lo más que en el sentido de ser te puede dar la escuela es el ejemplo de algún profesor. El ejemplo, digo, y no los sermones. Yo recuerdo con especial cariño a mi profesora de Ciencias Naturales, Doña Mercedes de Unamuno. En un tiempo en que las profesoras iban a clase de punta en blanco, peluquería, collar de perlas, media fina y tacones, ella iba con coleta y botas. Todo el mundo la temía, suspendían a manojos mis compañeros, y sin embargo todos la admirábamos. Era afable, educada, respetuosa con nosotros pero sin hacerse la colega. Jamás nos dio ningún sermón sobre la maldad o bondad de nada. Nunca se irritaba por muy mal que lo hiciéramos y explicaba con dominio y suficiencia la materia. Yo aprendí de su rigor y seriedad. Porque los alumnos enseguida “vemos” a los profesores y rápidamente catalogamos al cantamañanas, al necio, al cursi, al meapilas, al cobarde, al que sabe de lo que habla, al que no tiene ni idea, al que está allí para cubrir un expediente y al que enseña con pasión. La prueba de la ineficacia de los sermones soy yo misma: nos echaban sermones en Religión y la del Espíritu Nacional. Y ni soy cristiana ni soy fascista, ahí lo tienes. –Bueno, pero a algunos sí convencerían-, dice alguien. –Pues sí, gente obtusa ha habido y habrá toda la vida-. Ya como profesora en 2º de ESO, teníamos una hora semanal de tutoría con nuestro grupo que difícilmente rellenábamos con algo interesante. Nos ofrecían entonces campañas sobre las drogas, el alcohol, el machismo, la sexualidad…todos los profesores lo aceptábamos. Yo también al principio. Renuncié a ello cuando ví que los supuestos “monitores” eran en muchos casos, jóvenes sin experiencia a quienes un curso rápido les había capacitado para impartir doctrina. Y los chicos, pues igual. La primera charla la escuchaban… cuando después les preguntaba si querían más, votaban mayoritariamente en contra de las charlas –“¡Más drogas, noooooo!”. En mi juventud, leí bastante sobre el anarquismo del siglo XIX y principios del XX una de cuyas ramas sostenía el poder del ejemplo personal para promover un cambio en la cultura de la sociedad, pues el ejemplo de una acción – decían- es más eficaz que mil panfletos. En el otro extremo ideológico ( y tal vez no tan distante), el Cristo avisaba a los suyos “por sus obras los conoceréis”. O sea, pasad de la propaganda. No diré que estoy en desacuerdo. Por poner un ejemplo entre miles, Yolanda Díaz viajando en el Falcon con un séquito que incluye fotógrafo oficial (¡fotógrafo oficial tiene esta mujer! ¡manda narices!) a ver al Papa en visita privada y negándose después a informar a Transparencia de cuánto le ha costado al erario público su “emocionante” encuentro, demuestra lo que entiende ella por privilegios de casta y comunismo mejor que todos los prólogos que le haga al Manifiesto. Pues con una gran parte de los chicos pasa lo mismo, ven lo que somos por más que les cantemos las más dulces milongas. Por eso me parece tan dañina esta ley de educación, porque para intentar modelar la opinión, prescinde de gran parte del saber. Y probablemente el resultado sea carecer de lo uno y lo otro. Fin del Sermón.