Taxonomía

La subespecie “homo sin riesgo”, tiene la vida económicamente resuelta. Ganan alrededor de dos mil euros mensuales y saben que esa maravilla seguirá ocurriendo hasta el día que se mueran. Se llama nómina. En verano y navidades, además, se duplica. Siempre. Siempre van a tener su dinero a fin de mes años y años y años hasta el final. Eso les da una seguridad emocional tremenda, saben que ellos y sus familias, pase lo que pase, nunca estarán en apuros económicos. Se pueden permitir coger una hipoteca, a –ellos se la dan, es un valor seguro. En la juventud, la cogen para un piso en bloques de nuevas barriadas en la ciudad con buenos acabados. Luego, ante la llegada ininterrumpida del maná, venden o alquilan esa y se van a un adosado más grande y con jardinillo. Todos los años cogen al menos un mes de vacaciones, y sus destinos van pasando de lo tradicional a lo exótico (no olvidemos que en verano se duplica). Prácticamente no usan el transporte público, se desplazan siempre en coche propio de gama medio-alta. La declaración de la renta, encima, les sale a devolver todos los años. No son ajenos a restaurantes varios donde acuden en pequeñas bandadas los fines de semana en compañía de individuos de la misma subespecie. Tienen medicina privada porque pertenecen a un organismo de funcionarios que les permite elegir entre la pública y la privada (75% de los “sin-riesgo” elige la privada, datos oficiales), lo que significa que tienen acceso a buenas clínicas y que una consulta le tarda como mucho unas semanas, y una operación a lo más tardar, un mes. Los pertenecientes a la subespecie “ homo a-la-intemperie” no tienen nómina. Trabajan en lo suyo pero los ingresos no son siempre seguros. Pueden pasar temporadas con trabajo y temporadas en que flaquea. No tienen seguro cobrar lo mismo cada mes y prever su futuro es imposible, ni siquiera a un año vista. Eso les da una inseguridad emocional porque no saben económicamente qué pasará con ellos y los suyos el día de mañana. Viven de alquiler, pero si se deciden a coger una hipoteca para tener su casa, les ponen mil pegas, necesitan alguien que les avale y la casa será de segunda mano a reformar (aunque saben que a lo mejor no la reforman al final). Coger vacaciones para un “a-la-intemperie” no es siempre posible, como mucho una semana en el pueblo. Usan autobuses y cercanías abarrotados para desplazarse, aunque algunos cuentan con furgoneta propia de segunda mano para el trabajo. Los restaurantes que frecuentan los “sin-riesgo” son inaccesibles para ellos que sólo pueden aspirar a los del menú del día con macarrones y lentejas. La cuota de autónomos que tienen que pagar cada mes si quieren tener una jubilación en su vejez, es una auténtica sangría. Intentan reducir las regalías todo lo posible para que les salga más barata. Aún así, algunos años la declaración de la renta aún les sale a pagar. No tienen medicina privada, tienen la pública y gracias. Significa que tienen que pasar por el médico de familia antes de ir al especialista, lo que puede tardar meses. Si necesitan hacerse pruebas u operarse, el tiempo de espera oscila entre dos-tres años. Si la cosa es grave, buscan un familiar que les preste y acaban yéndose a la privada como sea, porque con la salud, si se puede, no se juega. Pero a veces no se puede. Estas dos subespecies de homo hispanicus, a pesar de compartir territorio ocupan nichos vitales tan diferentes que hace difícil la mutua comprensión e incluso puede incubarse un desprecio mutuo también en muchos casos. Muchos “sin-riesgo” se dicen de izquierdas para compensar mentalmente el confortable adocenamiento de su privilegio y explican (con suficiencia, porque ellos son muy seguros en todo, lo que irrita a los “a-la-intemperie”) que pagar impuestos sirve para mejorar los servicios públicos. Los “a-la-intemperie” se mean de la risa al oírlo y luego se ponen rojos y exclaman con desprecio “¡tu pu…ertísima madre!”…