Tras dos años y medio encerrada en la campiña arriacense por culpa de la nefasta epidemia y la no menos nefasta coincidencia de ser persona de alto riesgo por no tener defensas( lo mío es sólo ataque, está claro), por fin empiezo a salir del molino hacia horizontes algo más lejanos. Con prudencia pero con avidez, porque el riesgo de una nueva crisis está siempre ahí y tengo que aprovechar por si me encierran otra vez. Estoy con la condicional sanitaria como quien dice. Así que hoy me he ido a la sierra norte de Madrid. ¡Qué gozada!. Yo esta sierra me la recorrí a los veintipocos preparando la tesina de geografía física con mi profesora. Día sí y día también subíamos a Siete Picos, Cuerda Larga, La Maliciosa, La Pedriza, analizando rocas, midiendo direcciones de falla, estudiando pedreras y solifluxiones, identificando cambrones, retamas, festucas, genistas…Mochila y cantimplora y tira p`arriba. Hoy he ido en plan señora mayor, claro. Y qué delicia volver a ver el valle del Lozoya, Lozoyuela, Rascafría, pueblos tan limpios, tan cuidados, tan llenos de vida, con tantos caminos y rutas senderistas tan bien organizadas. Es el Luxemburgo de Madrid, Luxemburgo en el sentido de cuidado, claro, la arquitectura no tiene nada que ver. Y al final, el Monasterio de Santa María de El Paular.¡Qué maravilla!. Las dos Cartujas castellanas, esta y la de Miraflores en Burgos, tienen unos retablos que te dejan boquiabiertos. De alabastro. 8.000 ducados gastó el rey Fernando en traer el material de Italia. Los dos impulsados por Isabel I La Grande.(Para distinguirla de Isabel II La Gorda. No me gusta lo de “la católica”, esos títulos los daban los papas como churros, a Francisco I de Francia le dío “el cristianísimo” , a Enrique VIII de Inglaterra “el defensor fidei”, y nadie los recuerda por ello). Bueno, pues doña Isabel impulsa las dos cartujas, donde, como es natural, habitan los monjes cartujos, extraña orden cuya máxima es el silencio y la meditación. Se dice de ellos que nunca fueron reformados pues nunca se deformaron, son ejemplo de austeridad entre las órdenes. No comen carne, un día a la semana lo pasan sólo a pan y agua y en nuestros tiempos, no tienen televisión, ni radio, ni móviles, ni prensa, ni internet. No admira que cuando alguien pide entrar en la orden, le examina un psiquiatra para detectar posibles problemas que, guardados en el subconsciente, pudieran emerger cuando ya no hubiese remedio. La orden vive de la venta de su famoso licor Chartreuse. Lo elaboran con 130 plantas diferentes y la receta solo la conocen dos frailes que la van transmitiendo de generación en generación (en su caso, es un decir). Producen dos tipos de brebaje: el verde, con 50º de graduación y el amarillo, con 40. Y aún elaboran el Elixir de La Grande Chartreuse, con 71º, que se consume echando unas gotas sobre un terrón de azúcar (supongo que si lo bebes, te abrasas, ¡luego presumen los del tequila!). Bueno, en El Paular no hay ya cartujos, ahora lo usan los benedictinos que son mas aburridos, pero en Miraflores de Burgos sí son los propios cartujos los que aún lo regentan. En fín, que qué espectáculo de sierra, de pueblos, de Historia…Este monasterio fue lugar emblemático para las gentes de la Institución Libre de Enseñanza que se reunía aquí porque las gentes de esa Institución no tenían problema, al contrario, en conocer y amar la historia de su país. Nuestra época no pasará a la historia por eso precisamente, y es una pena, no saben lo que se pierden.