Pedro y el lobo

“¡Que viene el lobo, que viene el lobo!” – gritaba Pedro muerto de risa escondido tras unos zarzales. Y a sus gritos, las ovejas cerraban un círculo defensivo como las caravanas en el Far West y los aldeanos dejaban sus tareas, abandonaban el arado o el azadón y acudían angustiados a la llamada de defensa ante el Maligno. Pedro se descacharraba.- “Los tengo dominaos -se decía-, comen de mi mano, cuando quiero los traigo y cuando quiero los llevo y aunque ya van veces de hacerles la jugada, siempre acaban viniendo dóciles y fieles como realas. Y se meaba literalmente de la risa. Pedro vivía con su esposa en una espléndida cabaña de troncos de roble llamada La Robloa. Ante la facilidad del engaño cotidiano, aburrido y deseoso de nuevas aventuras excitantes, maquinó con su esposa una nueva modalidad de mostrar el sometimiento de rebaño y aldeanos: esta vez no gritaría “que viene el lobo”, sino anunciaría que se marchaba y que el rebaño quedaría solo y desamparado ante las fauces de la fiera. -“Me voy – anunció – llevo muchos años sacrificándome por el rebaño y necesito descansar acompañando a mi señora”. ¡Oh y qué conmoción a este lado del muro con que Pedro había rodeado a la aldea. Las ovejas balaban desconsoladas su orfandad, los aldeanos formaban corrillos cabizbajos tratando de adivinar qué había pasado y que pasaría si se les iba el pastor. “¡Quédate – suplicaban – sin tí no somos nada!”. Pedro y su señora se retorcían de risa rodando por los sofás de La Robloa espiando tras los cristales y los estores de las ventanas. ¡Era insuperable verles tragarse hasta la última trola del pastor enamorado, verles escudriñar el significado de sus palabras tratando de adivinar, verles retorcerse de angustia ante la falta de un guía… Cuenta la leyenda que, cuando de verdad vino la manada, cuando de verdad Pedro pidió auxilio, nadie vino a sus gritos y el rebaño fue exterminado sin contemplaciones. …Pero eso es la leyenda, y las leyendas no siempre son ciertas. Según las últimas estadísticas, al parecer 40% de las ovejas sigue creyendo y adorando a Pedro… (En homenaje al único periodista que supo a ciencia cierta lo que iba a pasar: el que descubrió que el Falcon tenía orden de estar preparado para el puente de mayo).

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